Haruharu|RP|Parte dos|Capitulo dos:No hay mal...

Arqueó un poco las cejas, ahora deslizándose dentro del baño, sus pies arrastrándose tras cada paso. Habría llegado tarde...?
Su mirada bajó, escaneando a ver si encontraba piecitos familiares por debajo de las puertas de cada cubículo, pero para su sorpresa, ni siquiera habían pies que no fuesen familiares. Por eso siempre pedían ir al baño durante clases-- nadie usaba el receso para ir.

Entrecerró un momento los ojos, apoyándose levemente en la hilera de lavamanos, el espejo a sus espaldas mientras apoyaba la parte de atrás de las palmas de las manos sobre el largo mueble. Dónde le buscaría si no era ahí?
Su mirada bajó un poco más. No quería dejarle solito, no con tantos brabucones ahí afuera-- Y, hablando de ellos, se podían escuchar sus risas, ahora que la puerta del baño había sido abierta.

Su mirada se alzó, entonces, lentamente... Sus ojitos abriéndose un poco más ante la sorpresa, volviendo a pararse derecho de inmediato, ahora volteando hacia el menor bajo el marco de la puerta. Sus ojitos se veían brillosos, y sus mejillas parecían arder como si le hubiesen hecho pasar la peor verguenza... Y una sonrisa, amplia, en su rostro.

No alcanzó ni a pronunciar su nombre cuando el niño cayó de golpe al suelo, ni siquiera poniendo resistencia con las manos para no golpearse el rostro.
Sus ojos se abrieron aún más, aterrado. Alcanzó a notar un papel pegado en su espalda, pero no le prestó mucha atención. Sus pies se movieron por si solos, pronto inclinándose junto al menor, apoyándole en un brazo, dándole la vuelta para ahora mirarle a la cara, llevando su otra mano a su rostro para ayudarle un poco más-- notando entonces, al tocar su mejilla, que ardía en fiebre. Su mano se apartó de inmediato ante la sorpresa.

Sintió como si su interior se pusiera de cabeza, mordiéndose entonces el labio inferior. Tenía que hacer algo,
pero... pero...
... Ah! La enfermería!
Inhaló profundamente, ahora pasando otro brazo por debajo de las piernas del menor, ayudándose a si mismo a alzarle, apoyando el mentón del castaño sobre su hombro, acomodando sus piernas a los costados de su torso. Con un brazo sostenía al menor por debajo, mientras que su otra mano se apoyaba en su espalda-- aprovechando y quitando aquel papel, pues fuese lo que fuese, no sería bueno.

Notó, entonces, que algo más había quedado en el suelo. Se inclinó con mucho cuidado, apenas y estirando una mano para recojerlo... ahora notando que era, nada más ni nada menos, su suéter.
Volvió a morderse el labio inferior ante la idea del menor lavando su suéter, arqueando entonces las cejas... Pero no podía quedarse en eso, no no, tenía que llevarle a la enfermería.

Lanzaba miradas frías, poco propias de su rostro, a todos aquellos que se detenían a mirarles al caminar, algunos riendo, otros simplemente curiosos. Una que otra persona parecía preocupada, entre esos rostros notando a la castaña con la que había hablado hacía un rato.
Pronto se encontró con la mirada de la enfermera, la cual le miraba sospechosamente, como si él le hubiese hecho algo al menor.

-S-se desmayó- Se apresuró a murmurar, mientras dejaba al menor en una camilla, sus labios temblando un poco tras su bufanda, ante la preocupación.
La enfermera le hizo un par de preguntas, luego perforándole con la mirada como si se tratara de un idiota cuando mencionó que el castaño había mencionado algo sobre una quimioterapia.
"Este niñito con suerte podría estar en su casa! Debería estar en un hospital!" Se quejó la mujer, cosa que hizo que su corazón pesara aún más.

Esperó mientras la enfermera hacía lo suyo, luego dándole permiso para acercarse al menor [No después de mucho rogar y asegurar que su siguiente clase no era tan importante].
Encontró un asiento junto a la camilla del niño, ahora su mirada fija en su carita. Se veía tan cansado...
Su mirada bajó hasta su suéter... el cual se puso, lentamente, antes de acomodarse un poco junto al menor-- terminando por apoyar la cabeza a un lado de la camilla, quedándose dormido mientras esperaba a que despertase. No notó como su mano, como si tuviese mente propia, se había acomodado sobre la del niño.